miércoles, 24 de junio de 2009

Ángeles Mastretta habla de su epilepsia en la segunda jornada del ciclo "Lecciones y maestros"

La escritora mexicana Mastretta escribe para contar la certeza de que "estos tiempos tienen remedio"


23.06.09 | 16:13 h. AGENCIA EFE

A la escritora mexicana Ángeles Mastretta le cuesta hablar de su "obsesión por las palabras", pero hoy realizó quizá una excepción al explicar cómo concibe su oficio y afirmar que se dedica a escribir novelas para contar su "certeza de que estos tiempos tienen remedio".

"Escribimos como quien camina por el borde de un abismo", decía, en la segunda jornada del ciclo "Lecciones y maestros", esta autora que ha cosechado grandes éxitos con sus novelas, traducidas a más de veinte idiomas, y que ha merecido premios tan importantes como el Rómulo Gallegos por "Mal de amores", o el Mazatlán por "Arráncame la vida", libro que ha sido llevado al cine por Roberto Schneider.

De los escritores protagonistas de este encuentro, organizado por la Fundación Santillana y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, se espera que den una lección magistral, y Ángeles Mastretta (Puebla, 1949) la dio hoy, como ayer sucedió con Luis Mateo Díez y mañana ocurrirá sin duda con Antonio Muñoz Molina.

Su intervención estuvo impregnada de emoción e intensidad cuando se refirió a la epilepsia que padece y, sobre todo, cuando leyó un texto dedicado a la muerte de sus padres, "Mis dos cenizas", que forma parte de la nueva novela que prepara.

A esta mujer de 59 años se le quebró la voz al recordar que su padre, hijo de un inmigrante italiano que llegó a México a principios del siglo pasado, vivió en Italia la II Guerra Mundial, "un abismo" que "nunca pudo borrar de su memoria", pese a que, cuando regresó a América, "no volvió a mencionarla".

"Ni mi madre, que durmió junto a él veinte años, supo del espanto que atenazó su vida y su imaginación desde entonces y para siempre", decía esta escritora y periodista, que está casada con el escritor Héctor Aguilar Camín y que ha venido a España acompañada por su hija Catalina.

Carlos Mastretta, el padre de la escritora, murió a los 58 años, y durante mucho tiempo Ángeles se echaba la culpa de esa muerte temprana, quizá porque cinco meses antes de que ocurriera ella y dos de sus hermanos se fueron "de golpe" a vivir a la ciudad de México y lo dejaron en Puebla con la angustia de esa guerra de la que nunca hablaba.

A ese hombre "se le veía contento, sobre todo el domingo", cuando escribía, gratis, un artículo para el periódico en que publicó durante más de quince años, y del que acabaron "despidiéndolo por comunista, a él que un instante, no sé que tan largo y tan cierto, llegó a creer en la barbaridad fascista", contaba Mastretta.

Su madre, "preciosa" y "huérfana de marido a los 46 años, no se volvió a casar ni lo intentó". Cuando Ángeles y sus hermanos encontraron "cauce" en la vida, la madre "estudió la preparatoria a los sesenta y terminó la carrera a los setenta". Murió a los 84 años y "a un pedazo de su jardín se irán los trozos de arena cenicienta que se volvieron sus ojos claros". Las cenizas de su padre también compartirán espacio bajo algún árbol de ese jardín familiar.

Mastretta se ha pasado la vida desafiando sus "certidumbres" de la infancia y adolescencia. "Tal vez del aplomo necio con que creía saberlo todo en esos días, se derive mi actual vocación por lo incierto", añadía la escritora, que lee cada día a Sor Juana Inés de la Cruz y comparte con ella "el desengaño de no comprender el mundo".

"Los escritores trabajamos para soñar con otros, para mejorar nuestro destino. Cumplimos con el deber de inventar cada mañana un mundo", afirmaba Mastretta en otro momento de su intervención.

Con la misma naturalidad con la que habló de su oficio de escritora, Mastretta se refirió a la epilepsia que padece desde niña, esa "enfermedad de genios", según le decía su amigo el poeta Renato Leduc, y que a ella, cuando le daban los ataques, le hacía escuchar "ruidos como luciérnagas", oír "fantasmas que acarician" o sentir "una música que parece un sueño".

En la mesa redonda que hubo a continuación, moderada por el crítico literario Julio Ortega, Mastretta, colaboradora de numerosos medios de comunicación, habló también de su blog "Puerto libre", al que se ha vuelto adicta porque le concede "una libertad de juego" similar a la que la literatura tuvo en sus orígenes.

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