Por Solimar Santana/ solimar.santana@elnuevodia.com
BAYAMÓN - La mejor cura para la depresión severa que sufría Radamés Garay Rodríguez fue dar de su tiempo para animar a otros.
Han pasado 3 años desde que este hombre de 45 años comenzó a dedicar 35 minutos de todos sus lunes para ofrecer charlas motivacionales a un grupo de hombres y mujeres de la tercera edad deseosos de escuchar y ser escuchados.
“Mientras haya vida, el juego todavía no se ha acabado. Tienes mucho que aportar”, les dice Garay luego de leer una nota bíblica al grupo de envejecientes presente en el Centro Cristiano de Actividades Múltiples para Envejecientes Shalom de la Iglesia Cristiana Discípulos de Cristo en Sierra Linda de Bayamón.
Para él, es su forma de aportar lo mejor de sí.
Sin embargo, Garay afirma que ha sido más lo que recibe que lo que da. Cada vez que acude al centro, los participantes lo colman de abrazos y apretones de mano como muestra de agradecimiento. “El amor que ellos me han brindado y el calor que he recibido no tiene precio”, dijo.
Gloria Rosado Toledo de 74 años, describe como “valioso” el servicio que recibe de Garay.
“Aquí nos dan comida tres veces al día, pero éste es el que nos alimenta el alma”, expresó tras besarlo y abrazarlo fuerte.
El Centro Shalom recibe un promedio de 75 ancianos diarios que participan en talleres de arte, computadoras y hasta inglés conversacional impartidos por una veintena de voluntarios, como Garay, dijo la directora Iris M. Pérez.
Garay llegó allí luego que su médico le recomendó dedicarle de su tiempo a otros para que se despejara de sus propias penurias. Atravesaba una depresión severa porque tuvo que dejar de trabajar como técnico de radiología debido a un padecimiento de epilepsia. Eso fue hace 7 años.
Tras escuchar a su médico, se unió como voluntario a la Sociedad Puertorriqueña de Epilepsia para ofrecer charlas en las escuelas acerca de este trastorno cerebral y sus vivencias con la enfermedad.
“Al ver por lo que pasaban estas personas, dejé de enfocarme en mi dolor. Nunca tuve que tomar antidepresivos. Mi medicina fue ayudar al prójimo”, afirmó.
Hace tres años, el Centro Shalom le solicitó llevar sus charlas a la matrícula de la institución.
“Muchos de estos ancianos son abandonados y necesitan saber que estamos ahí para ellos”, sostuvo Garay, ahora miembro de la Junta directiva del Centro Shalom.
Después de aquella experiencia,, Garay estableció en su hogar una oficina desde la cual realiza llamadas para buscar fondos y canalizar ayudas para otros envejecientes que lo necesiten.
Además, sirve aún como recurso de orientación para escuelas interesadas en las herramientas para el manejo de estudiantes con epilepsia. Y esporádicamente colabora con la fundación Make a Wish.
Para él, ayudar al prójimo desinteresadamente tiene más valor que quedarse cruzado de brazos y lamentarse de las angustias personales. “Cuando le dedicas tu tiempo a alguien que está en necesidad, los dolores desaparecen. Te sensibilizas al ver las situaciones y los problemas de otros, en muchas ocasiones, más complicados que los tuyos”.
Y lanzó un reto a quienes se sientan alicaídos, como él estuvo: “Da de tu tiempo. Despréndete un poco del yo. Verás cuánta satisfacción y cuántos beneficios vas a recibir”.
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