FÁRMACOS INFANTILES
Niños medicados como adultos en miniatura
JAVIER MARCO
La mayoría de los medicamentos que damos a nuestros hijos no han sido investigados previamente en niños. Los pediatras deben recurrir, más de lo que quisieran, a probar con fármacos cuya eficacia y seguridad sólo ha sido comprobada en población adulta, con el indudable peligro que esto conlleva.
Hace ya 40 años se acuñó el término "huérfano terapéutico" para designar a los niños. Y es que hasta ahora ha existido muy poco estímulo para que las compañías farmacéuticas estudien específicamente los nuevos medicamentos, sus beneficios, dosis adecuadas y efectos indeseables en la población infantil.
No se puede asumir que si una medicina funciona bien en un adulto lo haga también en un niño y menos aún es fiable ajustar la dosis únicamente en función del menor peso del niño. A pesar de todo, la práctica ausencia de estudios farmacológicos realizados en población infantil obliga a los pediatras a extrapolar los resultados de adultos.
¿Dónde está la causa?
Son varios los factores que influyen en la falta de interés de las multinacionales farmacéuticas a la hora de investigar los medicamentos en la población pediátrica. Por un lado, está la ausencia de incentivo económico ya que son un número considerablemente menor de consumidores potenciales.
Por otro, la dificultad de conseguir consentimiento informado para participar en los estudios, algo que deben hacer los padres, con el problema ético añadido de si se debe o no incentivar económicamente la participación de un niño en un ensayo farmacológico (una práctica habitual en adultos).
Finalmente, la infancia abarca un rango de edad muy amplio, y son necesarios estudios distintos para probar un fármaco en el recién nacido, niños y adolescentes. Todo ello explica la falta de motivación y las importantes barreras que encuentra la industria farmacéutica en este campo.
Una situación insostenible
En la actualidad, sólo un tercio de las medicinas que se utilizan en niños han sido específicamente probadas en ellos y ofrecen en sus prospectos información específica sobre sus indicaciones infantiles.
Un estudio realizado en EE UU y publicado esta semana en la revista 'Journal of the American Medical Association' ilustra este problema. Allí, la FDA (la agencia estadounidense que controla y regula el mercado de los medicamentos) aprobó en 1997 una ley que estimulaba a las compañías farmacéuticas a ensayar los nuevos fármacos también en los niños. Los investigadores han analizado el resultado de esta nueva ley.
En más de un tercio de los estudios de medicamentos realizados en niños con motivo de la nueva ordenanza, se obtuvo información novedosa muy importante sobre dosis, seguridad, eficacia o ausencia de la misma. En el resto de los casos se consiguieron al menos nuevos conocimientos sobre la seguridad y el comportamiento de cada fármaco en el niño, algo que en absoluto se parecía a la información disponible sobre adultos.
A la vista de estos resultados parece obligado impulsar la investigación farmacológica en la infancia. Es necesario que los pediatras puedan tratar a sus pacientes basándose en análisis científicos de igual calidad que los disponibles para la población general. Probablemente sean los gobiernos los que deban estimular a las grandes compañías a comprometerse en este campo; la labor es difícil pero necesaria. Al fin y al cabo casi nadie cree que un niño es un adulto en miniatura.
http://elmundosalud.elmundo.es/elmundosalud/2003/08/19/pediatria/1061317195.html
Niños medicados como adultos en miniatura
JAVIER MARCO
La mayoría de los medicamentos que damos a nuestros hijos no han sido investigados previamente en niños. Los pediatras deben recurrir, más de lo que quisieran, a probar con fármacos cuya eficacia y seguridad sólo ha sido comprobada en población adulta, con el indudable peligro que esto conlleva.
Hace ya 40 años se acuñó el término "huérfano terapéutico" para designar a los niños. Y es que hasta ahora ha existido muy poco estímulo para que las compañías farmacéuticas estudien específicamente los nuevos medicamentos, sus beneficios, dosis adecuadas y efectos indeseables en la población infantil.
No se puede asumir que si una medicina funciona bien en un adulto lo haga también en un niño y menos aún es fiable ajustar la dosis únicamente en función del menor peso del niño. A pesar de todo, la práctica ausencia de estudios farmacológicos realizados en población infantil obliga a los pediatras a extrapolar los resultados de adultos.
¿Dónde está la causa?
Son varios los factores que influyen en la falta de interés de las multinacionales farmacéuticas a la hora de investigar los medicamentos en la población pediátrica. Por un lado, está la ausencia de incentivo económico ya que son un número considerablemente menor de consumidores potenciales.
Por otro, la dificultad de conseguir consentimiento informado para participar en los estudios, algo que deben hacer los padres, con el problema ético añadido de si se debe o no incentivar económicamente la participación de un niño en un ensayo farmacológico (una práctica habitual en adultos).
Finalmente, la infancia abarca un rango de edad muy amplio, y son necesarios estudios distintos para probar un fármaco en el recién nacido, niños y adolescentes. Todo ello explica la falta de motivación y las importantes barreras que encuentra la industria farmacéutica en este campo.
Una situación insostenible
En la actualidad, sólo un tercio de las medicinas que se utilizan en niños han sido específicamente probadas en ellos y ofrecen en sus prospectos información específica sobre sus indicaciones infantiles.
Un estudio realizado en EE UU y publicado esta semana en la revista 'Journal of the American Medical Association' ilustra este problema. Allí, la FDA (la agencia estadounidense que controla y regula el mercado de los medicamentos) aprobó en 1997 una ley que estimulaba a las compañías farmacéuticas a ensayar los nuevos fármacos también en los niños. Los investigadores han analizado el resultado de esta nueva ley.
En más de un tercio de los estudios de medicamentos realizados en niños con motivo de la nueva ordenanza, se obtuvo información novedosa muy importante sobre dosis, seguridad, eficacia o ausencia de la misma. En el resto de los casos se consiguieron al menos nuevos conocimientos sobre la seguridad y el comportamiento de cada fármaco en el niño, algo que en absoluto se parecía a la información disponible sobre adultos.
A la vista de estos resultados parece obligado impulsar la investigación farmacológica en la infancia. Es necesario que los pediatras puedan tratar a sus pacientes basándose en análisis científicos de igual calidad que los disponibles para la población general. Probablemente sean los gobiernos los que deban estimular a las grandes compañías a comprometerse en este campo; la labor es difícil pero necesaria. Al fin y al cabo casi nadie cree que un niño es un adulto en miniatura.
http://elmundosalud.elmundo.es/elmundosalud/2003/08/19/pediatria/1061317195.html
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